jueves, 10 de junio de 2010

Una meditación casual.

 Desde mi bitácora, refugiándome en vívidas imágenes del caos y el azar. 
 Aquí estoy, recordando el olor de la retama floreciendo, orgullosa y feliz en su Mayo tardío. 
 Continúo escuchando, desde la próxima lejanía, el rumor bravío del arroyo, que aquí (allí) suena como el mar.
 Siento de nuevo la brisa en la cara, el viento en la piel, recordándome libre y salvaje en la eterna memoria de lejanos tiempos pasados.
 El áspero tacto de la roca, la respiración profunda y consciente. La mente, disparando flechas al centro de la diana. Rebosante el carcaj (...)
 No sé si es huir, o más bien ir. Ir a la esencia, a la substancia. 
Ir hacia las montañas.


(...) Recuerdo que hace años, alguien me habló de la diferencia entre vivir y vivenciar. Es algo parecido a la diferencia entre vivir y sobrevivir. Supongo que todos aprendemos desde los hechos, en el curso de nuestras pequeñas existencias, a dirimir la diferencia. Yo he aprendido que me sienta bien hacerlo de forma consciente, eso es, saber diferenciar cuándo vivo algo o cuándo lo vivencio. 
 La vivencia, se define como una experiencia vivida que entra a formar parte de nuestro carácter. Nos hace sentir, ayuda a llenar ese vacío omnipresente en nuestras vidas.
 Así pues, soy la síntesis de aquello con lo que alimento mi espíritu, y las vivencias, una parte vital de su estructura.



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